miércoles, 5 de diciembre de 2007

Trapitos sucios


Quizás una historia integral y valiente, además de contener el terrible escenario de la violencia, correría algunos velos que nos impiden ver como fue todo verdaderamente.

Por: Juancho Caminos

Una secuencia para nada casual se ha orquestado nuevamente en torno al pasado ominoso de los años del gobierno del proceso militar. O, a dicho período, habría que catalogarlo como el período en el cual, con la trágica excusa de la subversión y las defensas bajas de toda la sociedad argentina post-Perón, comenzó a instalarse el más grande y fenomenal saqueo de nuestra historia nacional y del que se tenga memoria. Son pocos los que se sienten habilitados o lo están sinceramente a elaborar la crónica de lo que pasó con nuestro país desde el golpe del `76. Que teníamos y que dejamos de tener. Pero en absolutamente todos los planos. Alguien que hable seriamente del gigantesco deterioro al que fue sometido nuestro país. Claro, con la Argentina sembrada de cadáveres ¿a quién se le ocurría hablar de esas estupideces mientras caían “combatientes” de uno y otro bando? Esa “memoria” intencional y parcial, de uno y otro lado de la misma moneda, tendría que ser sustituida por “la historia verdadera”. La memoria de aquellos acontecimientos esta informada por innumerables hechos militares, de muerte y sangre. Desaparecidos, torturados y fusilados en cantidades espantosas. De todo lo demás y por lo que verdaderamente vinieron, casi nada y siempre confuso. Ahora pareciera que se contaría con apoyatura jurídica internacional, echando leña al fuego, como para enjuiciar sin prescripción a ambos “bandos”. Hace unos pocos días el ex fiscal Moreno Ocampo y actual Primer Fiscal de la Corte Penal Internacional con sede en La Haya, con motivo de su exposición en el Coloquio de Idea que se realizó en Mar del Plata, se despachó y no casualmente de estos temas. Veamos en que anda el gobierno del mundo, o al menos su pretendido Ministerio de Justicia Universal. El ex fiscal ha afirmado que sería lógico un encuadramiento como delitos de lesa humanidad a los cometidos a la población civil y militar ¡por parte de los grupos armados! Además ha hablado de los ¡diez mil desaparecidos! ¿No nota un cierto cambio sobre estos temas en el discurso sistémico? ¿O será una mera y burda provocación como para despertar una vieja operación? Pensamos que no va haber descanso para las partes involucradas y conscientes. Además, si el sistema tiene que entregar piezas por razones de sus necesidades y lógica, no va a hacer exclusiones ideológicas. Quizás una historia integral y valiente, además de contener el terrible escenario de la violencia, correría algunos velos que nos impiden ver como fue todo verdaderamente. Simultáneamente han aparecido sospechosas confirmaciones de las pertenencias “reales” de los máximos jefes guerrilleros. Firmenich sería el más notorio, aunque no el único, con su aparente e histórica relación con inteligencia militar, en los comienzos de los setenta. Estas “reparaciones” históricas y sus correspondientes voceros de ambos bandos, más que contribuir a la pacificación están contribuyendo a un nuevo emputecimiento generalizado. ¿Para hacer justicia? De ninguna de las dos versiones, sea cual sea el bando que en última instancia se reivindique, proviene alguna mansedumbre y autocrítica. Muy por el contrario, todo lo que se hizo por ambos bandos, estuvo plenamente justificado. La búsqueda del cadáver de Santucho, ¿qué persigue, además de la evidente provocación de todo el “arco” comprometido con aquellos acontecimientos? Parece que se necesita que “reaccionen” todos de vuelta y trabajen más y no como hasta ahora con tibias y poco funcionales actitudes que de nada sirven. Los verdaderos mandantes de este esquema, la verdadera inteligencia que se beneficia con la renovada presencia de este “velo” activo, no tiene, ni tuvo, ni va a tener ningún problema en entregar antiguas y secretas piezas claves de este montaje. Del bando que sean. Santucho y Arteaga mueren en el preciso instante que empiezan a ordenar parar las acciones militares. Quizás hayan percibido que les estaban haciendo jugar un papel absolutamente funcional al macro plan político-económico que los poderes del mundo les tenían reservados a los argentinos. Siguiendo ese razonamiento, habría sido una muerte más política que militar.

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