martes, 9 de octubre de 2007

Conceder el poder


Una manipulación varias veces derrotada en la argentina, va por un nuevo desafío.

Por: Juancho Caminos

Hace un tiempo, no mucho pero la expectativa crece vertiginosamente, más de un analista político se detiene en un tema clave para interpretar las épocas, sobre todo electorales. Se trata de un fenomenal “montaje” de largo aliento en la Argentina. Histórico hueso duro de roer, durante su corta vida como nación, en lo que a manipulaciones antropológicas se refiere, nuestro país pareciera que actualmente no sería tan impermeable a este tipo de “influencias”. Todo habría comenzado durante el “Proceso Militar” con la propuesta que “contrastaba” con el “compromiso perjudicial” de uno y otro bando y en violenta y letal pugna. “Casualmente” y con “argumentaciones” opuestas, ambos habían coincidido en la interrupción del gobierno democrático con el golpe del 24 de marzo de 1976. Nuestros preadolescentes se preguntaban por aquellos años, no sin razón, ¿esta es la política? ¿Esto es hacer algo por mi país? Inducidos, pero solos se fueron contestando. Lejos iban a estar de, primero interesarse y luego comprometerse en “algo” como no fuera su propia individualidad. Comenzó por esta época también el fenómeno de la eterna adolescencia. Este módulo impregnó todo el período y significó la introducción de nuevas pautas de comportamiento cultural. Empezaba a tomar cuerpo el descompromiso como “derecho” o si se quiere como “libertad adquirida”. Era como un merecimiento frente a las vicisitudes padecidas por nuestra sociedad en el período inmediato anterior. Este fue quizás uno de los obsequios más monstruosos que nos ofreció el perverso clinch sangrientamente orquestado del aquel “enfrentamiento”, y cuya verdadera y final víctima era la Argentina, toda la Argentina, combatientes de ambos “bandos” incluidos. No es casual que todavía hoy de lo único que se habla es de la crónica de la muerte de los combatientes. Ni una palabra o muy pocas y oscurecidas, sobre que se interrumpía verdaderamente con el golpe que de alguna manera propiciaron. Ni tampoco lo que se vino luego con el desmonte de casi todo el aparato productivo argentino. La negación de todo se fue perfeccionando y se pasó a la aceptación de algunos temas, llamémosles “parciales”, desproporcionados de su contexto original o de políticas superficiales vaciadas de contenidos. La ecología y el medio ambiente, el indigenismo, los derechos humanos, la exclusiva espiritualidad, etc. todas cuestiones que, por supuesto, contienen verdades. El montaje consistió en independizarlas del resto de la realidad, ponderarlas y transformarlas en causales de redención por sí mismas, dotándolas así de una especie de efecto mágico, que por otro lado es irrealizable y sobreviene entonces la frustración y una nueva revulsión hacia un compromiso más integral y genuino. Aparecieron, ya con el advenimiento de la democracia, ideas incompletas o distorsionadas de la política, de la soberanía, la justicia social, etc. Ya se podía probar con cualquier cosa frente al vaciamiento de amplios sectores o capas de nuestra sociedad. Los peligrosos síntomas de hastío, nihilismo y suicidio, hoy son moneda corriente de forma inesperada para una sociedad vital y de la que se espera todo aún. No todo está perdido, como lo demuestran las resonantes derrotas de estas manipulaciones a manos de anónimos argentinos en varias ocasiones de los últimos meses. Contra todo pronóstico fueron contundentemente derrotadas. La manipulación es muy grande y se aproximan tiempos electorales con un nuevo desafío. Estos montajes fueron concebidos para su aplicación en forma permanente en nuestro medio, no solo en tiempos electorales. Pero es lindo ver como pierden en esos acontecimientos electorales en los que buscan más “brillo”. Ahora la pretensión del “montaje” es intentar que habitemos un escenario en el que “…parece que vivimos un acto mágico por el cual estamos concediendo el poder virtualmente.”Como nos dice el Embajador y escritor Abel Posse.

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