jueves, 4 de octubre de 2007

Odiosas comparaciones


Acontecimientos modernos, no tan lejanos ni tan extraños, nos sirven para una mirada que, quizás, nos inspiren a algún esfuerzo y cambio.

Por Juanchos Caminos

“Yo soy Francia” proclamó De Gaulle, encarnando, de esa manera, el espíritu de Francia ocupada por Alemania. Aquella valiente decisión tomada y explicitada a través de aquella expresión pública que recorriera el mundo orgullosa y desafiante, encolumnó tras de sí la voluntad de soberanía y libertad de los franceses sumidos en las oscuridades de la ocupación. “Francia libre”, el movimiento creado por el extraordinario General Charles de Gaulle, arrancaba su marcha y ponía de pie a la patria gala. Recordemos que aquellos hechos tan significativos lo fueron, porque precisamente fueron realizados desde la más absoluta adversidad en tiempos de la feroz contienda y desde la más humillante de las derrotas. Más de veinte años después, fue homenajeado de una manera singular en la Argentina. Durante la presidencia del Dr. Arturo Illia, el entonces presidente de la Quinta Republica de Francia, nos visitó. Era octubre de 1964, vigésimo aniversario de la liberación de Paris y a casi veinte años del 17 de octubre del 1945. Perón, amigo personal de De Gaulle, desde su exilio en Madrid, mandó una famosa directiva a la “resistencia peronista” que estaba en plena efervescencia. “Reciban al General De Gaulle como si me recibieran a mí” les decía Perón en las cartas y cintas que llegaban de España. Impresionantes movilizaciones del peronismo en todas sus formas se manifestaron entonces en las grandes ciudades argentinas. Simultáneamente a los actos oficiales y protocolares que el gobierno argentino de entonces rendía homenaje al presidente de Francia, otra Argentina se expresaba ruidosamente desde la proscripción a su libertad y soberanía y homenajeando la valentía y patriotismo del visitante ilustre. Estas movilizaciones fueron prohibidas y reprimidas por la policía brava. Uno puede imaginarse a De Gaulle ya de regreso a Europa, en aquellos años, tomándose un vinito “extraoficial” en algún mesón de la bella campiña francesa con Perón y diciéndole, “Notable, General, ¡notable!”. No nos son tan lejanos o extraños aquellos acontecimientos. Tampoco nos parece descabellado o extemporáneo traerlos a colación viviendo los tiempos actuales. El auxilio de la historia suele ser una herramienta eficaz a la hora de componer una actitud, no como copia porque en general no se puede y si a veces parece que sí, en realidad suele ser un patético autoengaño o peor aún , un “montaje” publicitario; la historia también inspira, enseña o corrige. Hace unos años que en nuestra patria los distintos poderes de turno es como que proclamaran, “¡La Argentina es mía!” y hago con ella lo que quiero. A veces pareciera que es más bien “lo que mandan”. Pero ese mandato no es el famoso y desobedecido hasta el hartazgo, mandato popular. Tampoco son “ordenes desde el exterior”, meramente. Las más de las veces son cumplimientos de requerimientos interiores e individuales de todo tipo y que en un “amasijo” de vanidad, ambición, protagonismo, activismo, soberbia y cinismo nublan a la política como bien común. A las últimas actividades o acciones del gobierno nacional no se las puede comparar con nada ni con nadie, como no sea a la versión ¿final? y ya degradada de un estilo, una pertenencia, un quehacer dirigencial, que a esta altura del campeonato se nos aparece como francamente alucinante.

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