martes, 30 de octubre de 2007

EDITORIAL OCT 30


HERENCIA DE FAMILIA

Por: Diego Kraljev

No aprendemos. Por algo nos tropezamos siempre con la misma piedra. No aprendimos que la justicia es lenta ni que segundas partes nunca fueron buenas. Indudablemente no salió como esperaba Carrió. Los argentinos no estamos capacitados ni listos, ni maduros para tener un país mejor. Lo único que podemos hacer, a partir de ahora, es no llorar sobre la leche que acabamos de derramar. Parece mentira que en Argentina, donde casi todo es horizonte virgen, cueste tanto mirar a lo lejos. Napoleón decía que es más fácil engañar que desengañar y en eso tenía una gran razón. La mentira se transformó en algo tan grande, en estos últimos tiempos, que pasó a ser la única verdad. Se entiende? Nos acostumbramos a ver ilícitos como si fuera moneda corriente y asumimos todo, incluso la soberbia de Cristina, como un bien típico argentino. Total... Siempre fuimos los mejores del mundo y hoy, ante la prensa del mundo, somos eso; soberbia argentina y ahora con poder. Uno se da cuenta que para continuar sosteniendo la querida democracia tiene que existir un caudal de gente cómoda que pertenezca a esa rara generación “clientelista” que vive y parasita en el cuerpo democrático y renace en cada elección. Obviamente este es el triunfo de un juego de ajedrez jugado por Néstor Kirchner. A él hay que darle los merecimientos de lo obtenido. Y en todo sentido, desde las coimas a la consagración de Cristina. Jugó con el país y se quedó con todo. Es más, Cobos, su elegido vicepresidente, se debe haber dado cuenta hoy que fue el mayor artífice de una traición que hizo destronar a la UCR de la gobernación de su propia provincia. Necesita un exorcista ya y de todas las religiones posibles para que obtenga el perdón que la UCR le denegó y tituló de suma traición. Argentina, el Domingo, le enseñó al mundo como se elije apáticamente en un país que no tiene ni la mínima voluntad de tener memoria. Un país que arrastra los pies para llegar a las urnas. Un país que se queja pero al mismo tiempo avala lo que no le gusta por vagancia y desinterés. Odio y apatía. No son lo mismo pero significaron lo mismo. Fue un mensaje en todos los grandes centro urbanos, el de la clase media, votando en contra el proyecto K. Le hizo perder Mar del Plata, Capital, Rosario. La gente votó con odio a la soberbia y ese mismo odio transformó en apática a esta elección donde sólo se presentó a votar el 73 % del padrón. Odio y apatía, o mejor dicho en el sentimiento creado por K, su propio monstruo, que a pesar de todo, en un país como el nuestro, le dio el gobierno por otros cuatro años. Rosario puede estar contenta por la madurez política que demostró y dejó entreveer, con su voto, que somos una ciudad que razona y busca un cambio. Lo demostró dándole la confianza a Binner en Septiembre y ahora a Lilita. Cristina no es Néstor y sus necesidades políticas también son bastante diferentes. Obviamente ante la inexistente oposición política el poder fue de ella. El final de todo este proceso eleccionario se dio tal cual se comenzó. Una campaña empalagada de posturas Vips en un país que es bien tercermundista y que paradójicamente, esa imagen vip que quiso protagonizar Cristina en campaña fue la que le jugó en contra con la clase más pudiente que le dio la espalda en todo momento. Pudo hacer un festejo en el Hotel Intercontinental pero no pudo lograr acercar a las clases medias a ser parte de su proyecto. Y, es sabido, una cosa es nacer Vip y otra parecerlo y eso, en Rosario y en los grandes centros se lo hicieron notar. Por favor, que el último apague la luz.

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