jueves, 18 de octubre de 2007

Vidas robadas


En nombre de una supuesta diversidad se pretende emparejar hacia abajo.

Por: Juancho Caminos

Una “diversidad” declamada pero que no resulta eficaz a la hora de combatir la pobreza y marginalidad de miles de aborígenes en la Argentina. ¿Están así nuestros tobas, wuichis, mocovíes, etc. por ser aborígenes o por ser además, y fundamentalmente, pobres de toda pobreza al igual que millones de sus compatriotas? La matriz que ha dado origen a esta renovada y moderna defensa de los aborígenes, es un montaje perverso. En nombre de su “reivindicación” se los confinaría a más marginalidad. Con el cuento de los “pueblos originarios” se va camino a su “guetificación” (guetos separados).Guetos en una sociedad que los rechaza y supo ser ejemplo de unidad en la diversidad. Ahora se intenta “arribar” al establecimiento de las “diferencias” irreconciliables entre múltiples comunidades. Con la promesa de una “libertad”, que en la patria de sus “fuentes” nunca la supo otorgar, se pretende aferrar a personas y colectividades al conflicto permanente. ¿Pero no es acaso esta, la propuesta para toda la sociedad argentina? Y que mejor que batir el parche con las comunidades aborígenes que son notorias y “pintorescas” a la vez. Una propuesta que termina siendo el despropósito de achatarlos por vía de la exacerbación de su lugar “originario”. Condena a estas comunidades a hablar su lengua exclusivamente sin posibilidad de vínculo entre otras comunidades. Se las niega el derecho a progresar verdaderamente como personas al transformarlos en una suerte de reliquia viviente de un pasado remoto, con algunos “derechos” con olor a formol y museo. Se los hace “dependientes” de un supuesto estado que los exalta “publicitariamente” para luego abandonarlos. No es la justicia social lo que predominaría en este tipo de “propuestas” sociales. Hace unos años se ha creado un organismo que cumple puntualmente con las necesidades de esta política: el INADI. Un nuevo protagonismo de este instituto lo encuentra prometiéndoles cínicamente a los aborígenes, que les corresponde para un mejor reconocimiento y calidad de vida, la “mutación” del 12 de octubre en una fecha desdibujada y sectaria, que de triunfar en todos sus postulados y ser consecuente consigo misma, confirmaría a estas comunidades a un aislamiento perverso. Esta propuesta “ideologizante” y parcializadora de una realidad innegable de pobreza y humillación, no eleva a los pueblos. No les allega la “diversidad” que tanto pregona. La diversidad de culturas muere en el sectarismo de su declamado “origen”, que pareciera que los condena a ser solamente los protagonistas de una eterna “leyenda negra” que cada tanto se reflota convenientemente y “cinematográficamente”.

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